
(...)Los días fueron pasando, la angustia fue aumentando, el amor se fue acumulando, el miedo y el desconocimiento a lo que me pasaba me atormentaba. Nos llevábamos bien, pero al verlo conectado mi corazón latía demasiado fuerte, el sudor y la sonrisa nerviosa… Nunca faltaban. Temblaba, los nervios empeoraban cada día, ésta “cosa rara” que sentía no sólo me causaba sensaciones que nunca antes había tenido, me ponía demasiado nerviosa, y me volvía tonta. Como dicen: “El amor te vuelve {más} pelotudo.” El tratar de gustarle constantemente me hacía pensar una y otra vez BIEN que le iba a decir para parecerle interesante, y con él nunca más pude ser yo.