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lunes, 31 de enero de 2011

La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger, a mi me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio en la esperanza, a la épica. Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió. Un afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Que los Barón Rojo volvieran a tocar juntos era improbable, pero también sucedió. Nadal desbancando del número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, el 12-1 contra Malta, el amor, las relaciones, los sentimientos... no se fundan en una razón prudente; por eso no me gusta hablar de amores imposibles, si no de amores improbables, porque lo improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase, es que puede pasar. Mientras exista una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.
 Porque imposible solo quiere decir que tardaré un poco más en conseguirlo.
Si, podriamos decir que la vida es una gran anécdota.

No te escupo en la cara porque sé que la vida lo hará mejor que yo


Haz que se pregunten por qué sigues sonriendo.


Mírame, ¿cres que tengo ganas de perder el tiempo contigo?


¿Tú que vas de flor en flor?
No, yo voy de capullo en capullo.
-¿Qué te pasa?, ¿es la regla?
-Y tu cara de gilipollas, ¿es de nacimiento?


-Sé que te pongo.
-Que me pones ¿qué?¿Enferma?

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